domingo, 19 de julio de 2015

Extracto

Se acostó desnudo con una sabana de algodón, único abrigo de la cama. Vuelto sobre el costado derecho, introdujo la mano por debajo de la almohada acariciando la culata de su Walther PPK. A los 5 minutos ya estaba dormido.
Al despertarse lo primero que advirtió fue la hora. Eran las tres de la mañana. Lo supo por la esfera luminosa de su reloj, que tenia próxima a la cara. Bond estaba absolutamente inmóvil. No se percibía, en la habitación el mas mínimo ruido. Escucho extremando su audición. También fuera, la quietud era impresionante. Un perro empezó a ladrar a la distancia. Otros se le unieron hasta formar un coro histérico que callo, por ultimo, tan bruscamente como había comenzado. Luego el silencio se hizo profundo otra vez. La luz de la luna filtrada por las rendijas de la persiana. Listó de blanco y negro el angulo de la habitación mas proximo a la cama. Bond tuvo la sensación de estar yaciendo en un ataúd. ¿Que le había despertado? El agente se dispuso a saltar de la cama.
Se detuvo en seco, tan quiero como si se hubiera quedado son vida.
Algo se había movido en su tobillo derecho. Ahora empezaba a retomar la parte interior de la espinilla. Sintió separado el vello de la pierna. Era un insecto, sin duda. Muy grande. Muy largo. Doce o quince centímetros. Más. Tan largo como su propia mano. Percibió el cosquilleo de innumerables patas rastreando su piel. ¿Que era aquello?
En ese momento Bond oyó algo absolutamente desconocido para él: el ruido de sus cabellos atiesándose contra la almohada. ¡Era imposible! ¡Ridículo! Si... Se erizaban. Bond noto incluso el frío del aire entre poro y poro de la cabeza. ¡Que extraordinario! Siempre hubiera creído que aquel fenómeno era una mera figura retorica. Pero ¿porque?... Porque le estaba ocurriendo a él.
El bicho se movió. Bond estaba aterrado, horrorizado. Su instinto le había dicho, antes incluso de comunicarse con el cerebro que, sobre su cuerpo se estaba deslizando un cienpies...

❤ ❤

Yo no puedo evitar que me encante como escribe Ian Fleming, y esta parte del libro Doctor No. Es excelente, mañana subiré el final. Porque si no saben (como yo, que lo supe después de leer) algunos cienpies son muy venenosos.

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